Día 1.

A veces la gente se va sin marcharse. No es necesario alejarse físicamente -igual que tampoco hace falta estar cerca- para ser consciente de que alguien se ha ido. Y es que a veces la gente se va sin ser consciente de que se ha ido. Basta una palabra. Un gesto. Una acción. Algo que os separa y que no permite que vuelvas a verlo de la misma manera. Ni siquiera tiene que ser algo "malo" per se. No tiene que ser una ofensa directa, no tiene que ser un insulto, no tiene que ser un golpe. Incluso, si le cuentas a un colega lo que te ha ofendido te dirá que no es para tanto, porque puede ser que no lo sea en si mismo.
No me estoy explicando bien. Existen leyes innatas entre las personas y las personas. Relaciones que se basan en un tipo de confianza concreta. Existe gente a la que han vapuleado tanto que otorgar su confianza a otro es el regalo más grande. Y que alguien no lo valore se convierte en una muestra irrefutable de lejanía. 
Y es de la lejanía de donde nace toda soledad.