crónicas de lluvia y viento, domadores de catástrofes

La batalla es menos dura curando te acompaña a la trinchera gente dispuesta a cantar contigo las mismas canciones. Los hijos de los hombres no podemos frenar la lluvia ni el viento, pero podemos sobreponernos, enseñar los dientes, plantar cara, que no terminen los motivos por los que seguir levantándose después de una caída (por mucha piel morada que este nos deje). 
La juventud solo anda durando unos días y estos pueden convertirse en una eternidad si tienes las ganas adecuadas, cuando la piel absorbe el frío pero al corazón no le importa, porque hay muchas cosas que quedan por vivir y otras tantas que no nos harán tener ni un poco de miedo. 
Somos los domadores de catástrofes y no hay un solo lugar de este mundo (chambón y jodido) que haga que nos guardemos estos minutos que amasamos. A todos los dragones se les puede poner un bozal y no hay nada que pueda añorarse más que algo a lo que no te atreviste por pánico. 
Hay música y hay cerveza y sobre todo hay motivos por los que estar contentos. Tormenta, rayos y truenos incluidos.