que curen esta horrible selva

Todas esas chiquillas
que andan con las costillas
repletas de corazón.
Esos años dorados en los que
se les hincha el pecho con la risa
y se les hincha el pecho con la rabia.
Esos años en los que aún
no hay báscula que indique
cómo de mal lo estás haciendo
(una pista; no hay forma de hacerlo bien)
y cómo de fracasada debes sentirte
(otra pista: siempre podrás ser mejor).
Cuando las rodillas amoratadas
no significan haberse arrodillado
(ya sabéis delante del pantalón de quién)
sino haberse caído
(y, consecuentemente, haberse levantado después).
Esas niñas que vuelan
antes de preguntarse a si mismas
qué opinan otros ojos
de su cuerpo
de un cuerpo que aún
no ha llegado a no entender.
Hablemos de ellas,
escribamos poemas que cuenten sus batallas
(como la de vivir,
una dura gesta
cuando eres una mujer),
cantemos canciones
con sus nombres.
Dejemos de llamarlas bonitas
gritémosles
"¡valientes!"
"¡panteras!"
"¡guerreras!".
No dejemos que el mundo les robe
esa magia
como hizo con nosotras.
Criemos una generación
de niñas leonas
que se conviertan en semillas
que curen esta horrible selva.