La tristeza no es llorar; la tristeza es no tener para quien llorar


Hay hombres que no aman a las mujeres y por eso les cosen la vagina cuando tienen que pasar tiempo fuera por trabajo. Hay hombres que no aman a las mujeres y que abusan de sus hijas. Hay hombres que no aman a las mujeres y que violan en grupo a aquellas que cruzaron el camino equivocado. Hay hombres que no aman a las mujeres y que las dejan vacías, las ningunean hasta hacerlas desaparecer del todo y dejar cáscaras vacías.

Pero Dios era una mujer y Mariamar lo sabía, igual que sabía que ella nació muerta y que fue el río el que le dio toda la vida. Igual que sabe que una vida sin felicidad, en la que el miedo y el gris lo manchan todo, no es una vida. Que para eso mejor hundirse en las aguas y mejor ser devorada por los leones.

La aldea de Kulumani, en Mozambique, resistió la guerra -"allí, donde nací, hay más tierra que cielo"-. Resistió, de hecho, todas las guerras. Pero, si bien solo los pobres mueren en la guerra, las almas también se van cuando llega el conflicto y deja cuerpos vacíos y gente rota. En Kulumani la gente teme ser feliz y castiga a los que son felices. Dicen las leyendas -las verdades- que hay una serpiente terrible y venenosa capaz de acabar con todos los que sientes demasiada dicha de estar vivos y por eso no hay amores, ni amigos, solo terror.

La tradición es asfixiante, la vida es asfixiante, los hombres son asfixiantes y el palpitar del pánico en el pecho es afixiante. Mariamar solo aspira a dejarse huir y vive añorando a sus hermanas, las que ya murieron. Mariamar no teme a los leones porque sabe que alguien los está llamando para que devoren, una a una, a todas esas mujeres que sufren.

Todo en La confesión de la leona es tristeza, incluso el amor es triste y arrebatador y destructor -"desde que te quiero el mundo te pertenece. Por eso nunca he llegado a darte nada; solo te lo he devuelto"- y está empañado por la melancolía -"el único dios al que rezo ahora me necesita más que yo a él"- y por eso no hay sonrisa que uno pueda sacar de ese libro, ni buen sabor de boca.

Pero el caso es que la tristeza es real y es palpable y el mérito de hacer algo bello con ella también es terrible.




(** Mia Couto es un hombre, pero por la naturaleza de su novela creo que tiene un pequeño hueco en esta lista)